lunes, 28 de noviembre de 2016

Neverending story


Yo nunca me aburro estando sola. A veces me puedo sentir sola o baja de ánimo, pero nunca aburrida. Me suelo bastar y sobrar para entretenerme. Solo tengo que entrar en mi mundo de fantasía y hacer que comience la función. Que yo recuerde siempre he tenido esa tendencia a soñar despierta, a inventar historias en mi cabeza, desconectar de la realidad y proyectar mi propio show. Además, eso, normalmente es mi show, en el que soy protagonista absoluta e indiscutible. Muchas veces lo he considerado un problema, porque me alejaba de la realidad, me hacía menos consciente de las cosas mundanas  o me ocupaba un espacio mental que podría usar para cosas más provechosas. Ahora sé que no es una rareza mía particular, si no que está bastante relacionado con la introversión. Y supongo que tiene todo el sentido del mundo, porque siempre está bien llevar encima ese lugar seguro en el que refugiarte si es necesario.

Ignoro si las personas extrovertidas recurren a fantasear alguna vez, o con qué frecuencia. Nunca he hablado de ello con nadie. Es algo bastante íntimo y que realmente no he tenido la necesidad de compartir. ¿Hasta qué punto puede ser natural? Para mí lo es tanto como respirar. Pero me pregunto a veces como puede afectar en la forma en la que uno piensa y actúa.

Si quisiera establecer una pauta supongo que cuando más recurro a ellas es cuando no estoy agusto del todo en mi realidad. Algo me está fallando y lo compenso en mi película. Si estoy agobiada por un tema, estresada, me he sentido bastante inútil en alguna situación o me siento un tanto sola pues en mi fantasía puedo ser un yo ideal, como de serie de la tele, que siempre tiene la respuesta acertada, se merece el amor y respeto de los coprotagonistas, tiene claro lo que quiere, se ve rodeada de adorables malentendidos..., jaja. De hecho siempre he pensado que se está perdiendo una buena guionista de comedia romántica conmigo. Qué pena que no se puedan grabar las imágenes de la cabeza...

Son reconfortantes pero a veces me da miedo perderme demasiado en ellas. Como en casi todo en esta vida, la clave está en el equilibrio. Me gusta la capacidad de sumergirme e ir hilando historias en mi cabeza pero necesito controlarlo porque a veces se acaba resintiendo mi día a día. Dicho así parece que soy una yonqui. Y en realidad un poco sí, en ocasiones se me puede ir de las manos y me acabo enganchando  a una fantasía en particular porque me resulta muy atractiva o porque prefiero no estar en lo que debería estar. Otra válvula de escape más y otra forma de evitar enfrentarme a mi vida, mis decisiones, mis errores, mis relaciones... Hace poco escribía sobre como a veces caía en el uso de internet y redes sociales y ahí me podía quedar como hipnotizada. Y de como la fuerza de voluntad no siempre responde. Pues cuanto más difícil cuando no puedes desconectarte, ni apagar tu cabeza, ni dejarla en otro sitio.

¿Qué podría hacer que de una vez me diera cuenta de que tengo que reaccionar y cambiar cosas? Creo que necesito una razón de peso, que no pueda simplemente refutar en mi cabeza y decirme que no pasa nada o que solo un poquito y que mañana ya lo dejo. Por ejemplo, con el tema de la alimentación conseguí dejar el azúcar porque me convencí de que era realmente malo para mí y porque también me cabreó el pensar que la industria alimentaria nos intentara manipular y meterlo en todo (que me gusta una teoría de la conspiración) Pues gracias a esa motivación conseguí cambiar un hábito bastante arraigado. ¿Alguien conoce alguna teoría? ¿Fantasear provoca algún tipo de reacción negativa en el sistema circulatorio? ¿Me puede afectar al hígado? ¿Me está volviendo más tonta por días? ¿O quizá es el gobierno el que me induce a hacerlo para que esté atontada y no moleste? ¿O son extraterrestres preparando una invasión y nos quieren alienados... nunca mejor dicho? 

Supongo que me podría beneficiar de la meditación o de prácticas de mindulness pero mi mente a veces es como un mono loco borracho. Encuentro muy difícil centrarme así como así. El mono me mira, me saca la lengua y sigue saltando de rama en rama. Seguiré probando, quizá deba encontrar aún la práctica adecuada o ser más perseverante, pero a veces me frustra y me pone aún más nerviosa.


Necesito límites, como los niños, unas normas para dosificar. No prohibir porque sé que eso al final acabaría teniendo efecto rebote y acabaría con largos períodos conectada a mi particular matrix. Pero quizá sí que puedo obedecer unas simples normas. Al igual que uno puede comprometerse a nada de móvil en la mesa o en el baño. Eso puedo hacerlo. Nada de móvil nunca ya puede ser otra historia... Pero sí puedo comprometerme a no fantasear en determinadas situaciones o en determinados momentos. Puedo decirme, vale, esa historia suena prometedora, tomo nota, pero vamos a dejarla para luego que ahora deberías concentrarte en que no se te queme el filete o en prepararte para salir y no olvidarte nada. Me tengo que convertir en mi madre y echarme una reprimenda de vez en cuando.

Me podría obligar a escribirlas cada vez que desarrolle una historia en la cabeza. Seguro que aunque solo sea por pereza dejaba de hacerlo, jaja.

No sé, pero el caso es que hay temporadas en las que me preocupa un poco porque empiezo a descuidar mi vida entre unas cosas y otras. Y no se merece eso mi vida. Hay que seguir probando...


No hay comentarios: