sábado, 5 de noviembre de 2016

Socializar - Consejos para afrontar situaciones incómodas




Sigo empeñada en hacer este viaje, aunque a veces me dan ganas de volver corriendo a casa. Ya comenté algunas ideas para estar más preparada para arrancar pero una nunca va a tener el control al 100% y es normal que muchas veces nos veamos en un viajecito movidito.

Cambiar el chip
Es mucho más fácil de decir que de hacer, lo sé muy bien. No sé si os pasará pero por regla general mi mentalidad cuando voy a encontrarme con gente, especialmente con conocidos no muy cercanos, es la de cargarme con toda la responsabilidad de tener que ser entretenida o útil y así demostrar a los demás que merece la pena estar conmigo. En otras palabras voy buscando aprobación y dando por hecho que la otra persona me está regalando una oportunidad que no merezco porque sí, si no que me la tendré que ganar. Está claro que cuando uno va ya con esa presión la cosa no promete.

A veces me ayuda ponerme en lugar del otro. En lugar de pensar en lo que otros esperarán de mí, considero qué es lo que yo espero de los demás. Siempre mis expectativas para los demás son mucho menos altas que las que yo supongo que los demás tendrán de mi. Así que me digo que probablemente los demás también están preocupados por sus historias y no van a analizar cada palabra que digo ni esperar de mí más que mi compañía y pasar el rato. No, no somos el ombligo del mundo.

Ya sé que si tienes esa costumbre y ese pensamiento ya es automático es difícil de cambiar, pero si te recuerdas esto cada vez que ataquen las inseguridades  poco a poco podemos ir educando a nuestros pensamientos. No va a cambiar de la noche a la mañana y habrá días que no suponga ni una diferencia pequeñita, pero estoy segura de que otros días ayudará, y poco a poco podemos dejar de mirar desde abajo a los demás, bajarles del pedestal y empezar a colocarnos a la misma altura. Hay que probar siempre.

Intentar llevarlo a tu terreno
Por lo general hay conversaciones que nos pueden desgastar mucho más. Parece ser que a los introvertidos no nos gustan las conversaciones superficiales, lo que llaman en inglés small talk. Pues siempre es interesante tomar las riendas e introducir un tema que nos apetezca y en el que nos podamos sumergir a gusto. No hay que estar a merced de lo que vayan dictando los demás. A mí me resulta complicado, lo reconozco, no soy buena en conversaciones en gran grupo y me siento insegura y siempre pienso que lo que a mí me interesa no le va a interesar a nadie. Pero a veces con un simple comentario cortito podemos hacer que la conversación cambie de rumbo. Es como una pequeña maniobra de distracción ;)

Petit comité
Si se trata de un grupo de gente más grande de lo que te gustaría siempre puedes intentar acercarte a los grupúsculos que se crean o crear el tuyo propio y tener conversaciones más íntimas. Para mí lo ideal es un grupito de dos o tres. Puedo no sentirme agusto con una sola persona si no tengo confianza con ella, pero si hay al menos una persona más la cosa es más sencilla. Me siento más cómoda hablando a pocas personas y no ya a todo un público ;) y además no siento que puedo aburrir a esa persona si le ha tocado hablar conmigo. Pero de nuevo, recordemos, no estamos aburriendo a nadie, no estamos ahí para entretener a ese ser superior....

Escucha
A veces le tenemos que bajar el volumen a nuestros pensamientos y escuchar a los demás de verdad. Escuchar sin estar anticipándonos a lo que vamos a responder nosotros ni obsesionarnos con lo que estará pensando el otro. Escuchar, interesarnos, preguntar. No siempre es necesario aportar el "pues yo..." A veces vale con interesarnos por el otro y muchas veces el desapegarnos de nosotros mismos nos hace sentirnos más ligeros y conectados con los demás. Dicen que a los introvertidos se les da bien escuchar pero yo algunas veces siento que la ansiedad no me deja hacerlo de verdad de la buena porque mi mente está saltando de un sitio a otro así que en ocasiones tengo que hacer el esfuerzo consciente de olvidarme un poco de mí. Mindfulness por un tubo.

Mute a esos pensamientos destructivos.
Oh nooo, se te está acabando la batería. Llega el temido punto en el que ya tienes la sensación de que no puedes estar ahí ni un minuto más. Te cuesta seguir la conversación y empiezas a no tener energía para opinar, hablar y casi ni escuchar. Quieres salir huyendo. Yo al menos llego de vez en cuando a ese punto. Y si por el motivo que sea no puedes irte, a veces, más a menudo de lo que quisiera empieza la vocecita en mi cabeza que me dice cosas tan bonitas como que soy una insulsa, una anormal, que por qué no podré estar tan animada como el resto de la gente. ¿Por qué no soy capaz de seguir la charla, de encontrar qué decir, de dejar de pensar en irme?

Evidentemente, si dejo a la vocecita campar a sus anchas acabo hundida en la miseria, aguantando ahí, con ganas de llorar, con paranoia porque siento que todo el mundo me está observando pensando que soy lo peor. ¿Qué hacer? Bueno, yo sigo trabajando en ello y a veces lo que necesito es simplemente una forma de desconectar por un ratito. Es el momento de ir al baño, a pedir algo, a salir a tomar un poco el aire, de ojear una revista o el móvil. De buscar cualquier excusa para quedarme sola unos momentos, los que considere oportunos, y de ignorar a la vocecita. Ya conozco de sobra su discurso. Ya sé que a veces me siento así, y sé que no es el fin del mundo. Así que respiro hondo e intento concentrarme en alguna otra cosa.


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No sé si a veces os habéis encontrado con algún dolor físico o enfermedad y además del dolor que conlleva os habéis sentido infinitamente peor por lo que se os ha pasado por la cabeza que puede ser. La mente es muy poderosa y si se pone a pensar en consecuencias desastrosas os podéis convencer de estar a punto de morir, así sin más, porque los pensamientos se convierten en la realidad del momento. Sin embargo, cuando reconocéis el dolor, sabéis la causa y sabéis cómo suele desarrollarse la cosa, aunque duela, al menos podemos restar de la ecuación toda esa ansiedad gratuita. Pues en este caso, conocemos la situación, sabemos cómo ocurre y por qué, y podemos empezar a desmontar argumentos, tomarnoslo con calma y aguantar esa incomodidad como algo pasajero y ya. Simplemente si estamos más callados y ausentes es porque estamos atendiendo nuestras necesidades. Si alguien tienen frío se abriga, si tiene sed bebe, pues yo necesito estar tranquila y desconecto un poco.

Ser honesto
Reconozco que todavía no lo he hecho, pero lo llevo rumiando un tiempo y cualquier día de estos será lo que responda si me preguntan que por qué estoy tan callada. ¿Por qué no ser honesta y responder explicando la necesidad que tengo en ese momento? ¿Por qué no confiar en que la gente te va a comprender perfectamente? Últimamente veo en las redes sociales a mucha gente saliendo del armario de la introversión. Es nuestro momento, igual hasta estamos de moda y somos los más cool del lugar :D


Hasta aquí mi repaso a algunos de los inconvenientes  que podamos encontrarnos a lo largo del camino. No podemos controlarlo todo pero podemos intentar minimizar los daños. Si la bolsita del mareo está a mano estamos más tranquilos y si se nos va de las manos, al menos no la liaremos parda.
Un saludo.




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